Era un día cualquiera de mayo, con sus tardes apacibles, tranquilas y llenas de nostalgia, ella lo miraba a el con una luz especial, con aquella complicidad que les llevaba a ser inseparables por siempre.
El frío les recorría las almas, que se unían en un mismo ser. Lágrima turbia que desconsolada te paseas por mi desquebrajada piel, que te ríes con mi sombra cuando yo no estoy presente, que sofocas como el aire las palabras que escuché tiempo atrás, y que devoraban sin descanso la armonía de lo pensado.
Tiempo atrás, todo era mas sencillo, la lluvia caía sin preguntarle al sol si le importaba que ella llorara ese día, la luna cantaba la noche entera al refugio de las estrellas, la penumbra se aburría como nadie al contemplar que el sonido roto de un relámpago lejano se acercaba cada vez mas a su presencia.
Y tú, tu suspirabas por el aliento de aquel que te abrazaba y te daba su consuelo, te mimaba y te acariciaba tu pensamiento, mientras en lo mas oscuro y tenebroso de la verdad, lo dañabas poco a poco y lo herías de muerte, hundiéndolo cada vez mas, en un desalojo de sueños.
Mientras el arroyo de tu vida, iba decayendo en el afluente de tu verdad pausada, que mostraba cada vez más el barranco de tu pensamiento, vano, y perdido en detalles de fe.
Escogiendo el camino hasta tu morada, me perdí en el tiempo y no supe recordarte, salve miles de trabas, trampas y desengaños, pero no pude tapar, la grieta profunda
Que me dejo tu puñal de mentiras.
Sangré hasta la saciedad, lloré hasta que mis ojos quedaron secos, escogí el camino de vuelta hacia la soledad, el único que me quedaba por recorrer, pero a mitad del penoso camino, me di cuenta, de que la opción debía de ser otra, la solución a tanta desdicha provocada por tu conciencia, no podía ser otra que la de salir adelante.
Y empecé a recorrer, calles plazas lugares llenos de desconfianza y de insensatez. Empecé a intentar vivir de nuevo, a abrirme paso entre las marañas de la desolación pasada, para no volver nunca jamás atrás.
Había muchas estrellas bellas, y llenas de luz, pero todas estaban rodeadas ya, de la aureola del amor conseguido. Después busqué entre las aguas de los mares, pero aquellas sirenas se encontraban rodeadas de increíbles arrecifes.
Una noche, le pregunté a la luna, Madre, ¿que debo hacer?, ella tras una larga pausa, me contestó; sigue tu camino sin descanso, veras como algún día, hallarás, el sosiego y el amor puro que ansías. Serás recompensado por lo tan alto pagado, y soñarás de nuevo, con aquella dulzura llena de la que por siempre será, tu infinita estrella.
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