Durmiendo la palabra del que llora con su copla, surge desde su garganta, el roto grito de la emoción desgarrada, que se cierne en la mirada del desaire inerte.
En el horizonte perdido, la sombra del querer y la nostalgia, luchan en un duelo a muerte, por ver quien ahoga el llanto del contrario, mientras un rojo ardiente de llama, de invierno viva, juega con el rasgado de un tacón dolorido por el esfuerzo. El polvo que levanta la pisada profunda de la inocencia innata, canta como la luna en una noche de larga sombra.
La gota caída de una copa de fino añejo, resbala por la desaparecida sombra, del paso de un volante rodeado de lunares de vida. La misma que se roza con el crujir de un tablao lleno de momentos y dramas.
Tierra a la tierra, sangre a la sangre, pena y coraje unidos en la ola de tu mirada. Tiempos tardíos de locura que deshojan los marchitos árboles de la historia de tu desesperación, que sucumbe, con el giro de una peina, llena de ilustres cristales.
Mírame a la cara morena, y dime que el desaparecido atardecer que nos unió aquel día de verano, no se te aparece en los sueños del invierno solitario y frío. Que no recuerdas cuanto te amaba y te consolaba, en tus mentiras ocultas en la inmensa mar de tu desaire.
Que tiemble la pena al encontrarse con la juventud de mi tesoro desgastado, que la lluvia torrencial que aparece en el horizonte de mi oculta conciencia, derrame ríos de esperanza, y que sucumba mi pesar, en el silencio roto por el taconeo de tu misterio.
Mientras la púa frágil y divina de tus manos de guitarrista, consuelan el terror de mi pena, y la convierte en la melodía de tu eterna juventud, esa que añoro desde hace años y que perdí en un encuentro a muerte, a manos de la afilada hoja de tu traición.
La brisa me arranco de mi alma, todo lo bueno que tenia y que podía soñar, marchita se quedó, la respiración de mi alma, que busca sin tener fortuna, el camino de vuelta a tu felicidad.
Las olas del mar se pasean por la orilla de tu mirada, acariciando las rocas salientes del crepúsculo de la tarde, que entonan unas notas llenas de armonía mágica, cuando abrazan al perfil de tu alma, que se desvive por la nota de un desgarrado grito en la noche.
Torso desnudo, a la caricia de un abanico en llamas, poderío de una rosa que huele al aroma puro de tu ser , cúmulo de caricias que se fueron con el viento de un aire lejano, gota a gota el pensamiento de mi querer.
Llegado desde los manantiales del amor, tu mirada de color púrpura, traspasa el débil y confiado misterio, que guarda mi alma en mi pecho, segura de la simpatía imperecedera que derrochas, pisas firme por el escenario de las estrellas.
Punta y tacón, tacón y punta, baile sin descanso sobre tablas de historia viva malagueña, cúmulo de alegrías que se unen en un mar de bienestares, acariciados por el suave aroma de tu moreno pelo.
Príncipe de las ilusiones le llaman, reina de peina y pericón, eres miel donde lo amargo desentona, y donde gana la batalla tu tacón, dulce seda entre tus labios, que provocan una agonía de deseo, por rozarlos con el sentir de un alma inquieta, que se muere por el deseo de tenerlos.