domingo, 5 de septiembre de 2010

Por el cristal roto de una vieja ventana, veo a lo lejos un pensamiento que me llama a veces. Pienso que te tengo entre mis brazos, que ocupas mi espacio, y yo el tuyo, que en la morada de unos corazones felices no hay suspiro mas grande que el latir de tu corazón dormido en mi pecho.

Recuerdo el primer día que te conocí, desafiante, descarada, y un poco curiosa por ver quien era ese que miraba a tus interminables ojos.
No existe ni el color puro ni el sonido idóneo, para describir el momento dulce, donde se cruzaron nuestras vidas, viendo nacer algo creado de la nada y de la ignorancia mutua.

Aquello que pasó en un segundo hizo explotar todo lo bueno que se pueda imaginar. Jamás nadie ha podido sentir el consuelo enorme que sintió mi corazón al descubrir a alguien que pensaba que no podía existir.

A pesar de no ser mía, pienso en ti constantemente, te apareces en mis sueños; como la luz que me guía y me ilumina para encontrar mi sino en este mundo. Y a pesar de ser quien soy; y de que tu seas quien eres; lo que tenemos entre nosotros, no nos lo robará nadie, por mucho que intenten destruirlo jamás lo conseguirán.

La amistad hoy en día es uno de los tesoros más difíciles de encontrar, y de mas valor que se puedan descubrir. Y tu me lo has regalado desde el primer día en que te conocí, sin pedir nada a cambio.

Eres sol en pleno invierno, fresco y amapola en caluroso desierto, agua fresca en ríos de desolación, y dulce néctar en un mar de amarga lucha.
Siempre estaré contigo, siempre seré tuyo, parte de mi alma y de mi corazón te pertenecen, dueña y señora de mi ser, sueña que eres princesa del reino que quise tener.